Cuando la ayudó a ponerse el abrigo, los dedos de él le
quemaron la piel. Se sentaron separados en el asiento trasero de la limusina, temerosos de tocarse. Elizabeth se sentía consumida por el
fuego. Le pareció que demoraban una eternidad en legar a la suite. Creía que no podría aguantar ni un minutos más. Tras haber cerrado la puerta se abrazaron con un apetito
voraz y
maravilloso que se había apoderado de ambos. Estaba en sus
brazos, y había en él una ferocidad que nunca había conocido. Rhys la alsó y la llevó al dormitorio. No pudieron desvestirse con la celeridad que habrían querido. 'Somos como niños ansiosos' pensó Elizabeth, y se preguntó por qué Rhys habría dejado pasar tanto tiempo. Pero ahora nada de eso importaba. Nada le importaba, salvo la desnudez de ambos y la
magnífica sensaciónde su cuerpo contra el de ella. Estaban en la cama, explorándose. Elizabeth se desprendió suavemente de su abrazo, y comenzó a
besarlo. Sus labios transitaban por el cuerpo
esbelto y
vigoroso de Rhys. Cuando ninguno de los dos podía resistirse un instante mas, él se ubicó sobre ella y lentamente la penetró hasta lo profundo. Ella empezó a moverse al ritmo de él, el ritmo de los
dos, el ritmo del
universo, y ya todo
gi
ra
ba más y
más rápido, sin control, hasta que se produjo una
explosión de
éxtasis, y la tierra recuperó la quietud y paz.
Yacían estrechamente abrazados.
Señora de Williams, pensó Elizabeth, alborazada.
Sideny Sheldon> Lazos de Sangre.